Mientras el interés global por el amoníaco como combustible marino crece, la mayoría de los armadores mantiene una visión pragmática centrada en la operación comercial de sus flotas. Según el informe Ammonia in Shipping: Tracing the Emergence of a New Fuel de DNV, “su interés radica en la operación comercial de sus naves, y una preocupación clave es la incertidumbre restante relacionada con la elección de un combustible bajo en gases de efecto invernadero (GEI) para cumplir con las normativas”. Esta decisión no es menor: un error en la selección de combustible puede impactar de manera significativa en los ingresos a largo plazo y en el valor de los activos.
Los armadores enfrentan un abanico de opciones que incluyen biodiesel, metano, metanol y amoníaco, cada uno con intensidad de GHG cercana o nula. Además, la posibilidad de adoptar distintos niveles de flexibilidad de combustible o pasos intermedios aumenta la complejidad de la elección. Para asistir en esta decisión, DNV propone un marco en dos pasos que combina análisis económico y técnico.
El análisis económico permite evaluar la rentabilidad y competitividad a largo plazo de cada combustible, considerando distintos escenarios de precios de combustible y CO2, regulaciones de GHG y disponibilidad de combustible. “Los resultados pueden indicar hasta qué punto los diseños son resilientes ante cambios futuros y si pueden desempeñarse bajo una gama de escenarios que reflejen las circunstancias únicas de cada armador”, señala el informe. La sensibilidad a costos de inversión, nuevas construcciones o reconversiones y otras variables debe analizarse para robustecer la estrategia. Esta evaluación permite además considerar estrategias de cumplimiento de flota, donde varios buques comparten objetivos regulatorios, optimizando la eficiencia económica y reduciendo riesgos financieros.
Por su parte, el análisis técnico examina cómo la elección del combustible impacta en el diseño de la nave, incluyendo capacidad de almacenamiento, frecuencia de bunkering, disposición de tanques, preparación y suministro de combustible, y conversores de energía a bordo. También se evalúa la disposición general del buque, considerando espacios adicionales para almacenamiento y zonas potencialmente tóxicas. En este sentido, DNV ha desarrollado notaciones Fuel Ready para preparar buques nuevos ante futuras conversiones a combustibles alternativos. Según DNV, “el resultado de este paso es una guía práctica sobre las implicaciones técnicas del diseño que respalda el desarrollo de la parte de combustible alternativo de la especificación del buque”. Estas medidas buscan garantizar que la transición hacia combustibles como el amoníaco no comprometa la operatividad ni la seguridad de los buques.
¿Y si la opción es el amoniaco?
Para quienes ya optan por amoníaco, la transición requiere atención especial. La introducción segura de este combustible implica superar barreras regulatorias y técnicas en un entorno normativo aún inmaduro. El documento de DNV Safe introduction of alternative fuels: Focus on ammonia and hydrogen as ship fuels establece siete pasos clave para aprobación y operación segura:
“La ruta regulatoria es compleja, pero los pasos y medidas de seguridad delineados constituyen un camino claro y alcanzable para la aprobación y operación segura de los buques a amoníaco”, asegura DNV.
En definitiva, la incorporación de amoníaco como combustible requiere un enfoque integral, que combine planificación económica, diseño técnico, preparación operacional y cumplimiento regulatorio. Servicios especializados como el Fuel Selector de DNV permiten a los armadores explorar distintos escenarios y tomar decisiones informadas, minimizando riesgos y asegurando que sus flotas puedan operar de manera eficiente y segura en un mercado en rápida transformación. La estrategia adoptada hoy será determinante para definir la sostenibilidad y competitividad del transporte marítimo en la próxima década.
Para una mejor experiencia, gire su dispositivo.