Según la firma de análisis marítimo Windward, la causa más probable del incidente es una interferencia deliberada en el sistema de posicionamiento global, más conocido como spoofing GPS. Este tipo de ataque consiste en falsificar las señales de navegación, haciendo creer al sistema del buque que se encuentra en una ubicación completamente distinta.
Y los datos son alarmantes:
La trayectoria del MSC Antonia, registrada en plataformas como MarineTraffic, mostró movimientos erráticos poco antes de quedar varado. La información coincide con los patrones de interferencia observados en incidentes previos, como el del Stena Impero, que en 2019 fue forzado a desviarse hacia aguas iraníes por un ataque similar.
El Reino Unido, a través de su oficina de Operaciones de Comercio Marítimo (UKMTO), confirmó que varios barcos en la región han sufrido apagones de señal GPS por horas. Esto ha obligado a las tripulaciones a recurrir a métodos tradicionales de navegación para evitar accidentes en una de las rutas marítimas más transitadas del mundo.
Remolcadores trabajan desde hace días para reflotar al MSC Antonia, que aparece ligeramente escorado en los videos difundidos online. Hasta el momento, MSC no ha emitido declaraciones oficiales ni sobre posibles daños al buque ni sobre la causa del encallamiento.
El incidente del MSC Antonia no es un hecho aislado. De hecho, un informe publicado por Thetius, CyberOwl y HFW ya advertía en 2024 que los equipos necesarios para realizar un spoofing básico cuestan menos de 100 dólares, y que con el respaldo de un Estado, estas acciones podrían escalar a niveles regionales con consecuencias globales.
No es la primera vez que este buque está en las noticias: en agosto de 2024 perdió 46 contenedores durante una tormenta frente a Sudáfrica y otros 305 resultaron dañados.
La industria marítima enfrenta un desafío silencioso pero creciente. A medida que los buques se vuelven más automatizados y dependientes de tecnología satelital, el riesgo de ser víctimas de sabotaje digital se vuelve más real.
Lo ocurrido con el MSC Antonia debe servir como una llamada de atención: no solo necesitamos tecnología más avanzada, sino también protocolos más robustos y entrenamiento especializado para nuestras tripulaciones.
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